Hacer terapia Gestalt implica dejar de mirar afuera buscando a los culpables de lo que va mal en tu vida y poner el foco en ti, para descubrir cómo te has convertido en un obstáculo para ti mismo.

La terapia Gestalt te dice: ¡despierta!.

Despierta a tu verdadera naturaleza, a tu necesidad de escucharte, a tus ganas de dar rienda suelta a los instintos, despierta a tus propias ideas,  a las sensaciones de tu cuerpo, a los pensamientos que te ocupan y a los sentimientos que te importan. Desata tu emoción y déjala ser, te dice la Gestalt. Y quédate ahí, en tu presente, porque no hay otro sitio al que ir. Habita tu cuerpo porque es el único lugar en el que puedes estar. Estás hecho a tu medida. Sé tú mismo, de lo contrario te convertirás en nadie.

La Gestalt te invita a que te hagas cargo, ahora, de lo que piensas, sientes y haces. A que reconozcas lo que realmente quieres. A que abandones la vida que otros han diseñado para ti. La Gestalt te confronta con tus propias mentiras para que te encuentres con –al menos- una verdad fundamental. Te dice: “mira, el río corre rápido aunque tú no lo empujes. Mira, las nubes cambian constantemente y aunque te empeñes, no podrías fijarlas. Mira, lo que ha de morir, muere. Mira, lo que ha de nacer, nace.”. Y es que, por más que pelees, la existencia sigue su propio cauce, ajena a tus caprichos, tus rigideces y tus fantásticas expectativas.

Como maestra de filosofía, la Gestalt te señala la oportunidad que este estado de cosas nos brinda para ejercitar la responsabilidad, la confianza y el asombro. Te propone estar en el mundo como un equilibrista suspendido en el vacío, asumiendo la propia fragilidad y enseñando los dientes al miedo.

Tanto en el formato individual como en el grupal, es un revulsivo para los vagos, una lavadora de conciencias y una centrifugadora de creatividad. Cualquiera  sale más dinámico, íntegro y productivo de una experiencia que pone en jaque mate tus estrategias autodestructivas a base de observación, honestidad y valentía.

La Gestalt te dice: clávale el colmillo a tu deseo. Y te avisa: no todo depende de ti, pero si no haces lo que depende de ti, nadie construirá por ti la vida que quieres. Trabaja, comprométete y disfruta. En algún momento descubrirás que el río te ha llevado corriente abajo, y te ha dejado en tu casa.